Seguro no que lo saben: Einstein aprendió a hablar cuando ya había cumplido 4 años, hasta los 7 no supo
leer, y a los 12, su profesor de matemáticas no le tenía precisamente por un alumno brillante. Y a los padres de Thomas
Alva Edison ni se les pasó por la cabeza que su hijo llegaría a revolucionar el mundo con el descubrimiento de la luz eléctrica;
es más, durante toda su infancia estuvieron convencidos de que les había tocado en suerte un chico de pocas luces.
Ni Einstein ni Edison fueron unas lumbreras durante sus primeros años escolares, pero su enorme creatividad
y fuerza de voluntad hicieron posible que el genio que llevaban dentro brillara con luz propia.
Junto a algún otro caso célebre, este par de genios tardíos bien pudieran ser la excepción que confirma
la regla, porque es muy difícil que un niño (superdotado o no) llegue a desarrollar las capacidades intelectuales con que
ha llegado al mundo cuando su entorno y su educación están lejos de ser los más propicios.
Montse
Román
De la revista
Ser Padres Hoy. Noviembre 1999
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